jueves, 10 de junio de 2010

La bita se fue, pero se queda

Esta mañana, hace tan sólo unas horas, recibimos esa noticia que esperábamos, pero que no sabíamos cuándo se iba a meterializar. Porque la bita era muy mayor, y muy viejita, y muy enjuta a sus 98 años, pero tenía una energía vital que quitaba el aliento. Y seguía viviendo con una ilusión y unas ganas que ahora mismo me llenan de orgullo y me hacen revisar mis sentimientos de arriba a abajo (como los del último post, por ejemplo). Porque ella sentía la vida como el regalo más preciado que tenemos, la vida por la vida, sin más tapujos, sin más elementos, sin más corsés. La vida.

Linda bita, tan guapa, tan cariñosa, tan nítida, tan lista, tan vital, tan parlanchina, tan respetuosa, tan inteligente... Una bita que era puro amor. Un amor que se ha quedado en lo más hondo y puro de nosotros mismos. Te queremos guapa.



Esto lo escribo una semana después porque se me han quedado cosas en el tintero que tenía muchas ganas de decir. LA bita era una mujer que se ARRUGABA HACIA ARRIBA. Esta es una expresión que saqué de un cuento de la escritora mexicana Ángeles Mastreta, en su libro "Mujeres de ojos grandes". Y arrugarse hacia arriba es precisamente lo que hacía la bita: buscar siempre la luz, el lado positivo de las cosas, colocar en tu cara una sonrisa pese a tener un entorno adverso y lleno de calamidades, amar mucho lo que te rodea y a los que te importan, y amar también tu propia vida, tomándola como el más preciado regalo que a una persona se le pueda dar. A partir de ahí, cada uno le pone un toque personal. La bita era ella, típicamente la bita, inteligente y lista (lo sabía todo aunque no le contaras la verdad de las cosas), respetuosa, con una modestia que a veces resultaba rara, y habladora, muy, muy habladora :). Y es que hablar le ayudaba a canalizar su energía vital que era mucha y que ahora mismo, una bonita parte de ella, está dentro de mí. Y me siento orgullosa de ello :)

jueves, 3 de junio de 2010

Trámites

Estaba tumbada en la cama, intentando disfrutar de una noche sin niños en casa. Por el contrario, me he impregnado voluntariamente de una melancolía de esas que te quitan el aliento y te aprietan el alma hasta el punto de renegar en voz alta (algo que no suelo hacer jamás). Y siempre es así. Cuando estoy sola, cuando los chicos no están, comienzo animadísima mi minúsculo paréntesis de soledad, pero cuando me doy cuenta de que aun me falta todo aquello que tenía, las conversaciones, la risa, el contacto físico, e incluso la autoestima que él abonaba constantemente, siempre... entonces opto por lo fácil, y me dejo llevar por los pensamientos, y me desespero hasta que se me tapa la nariz, hasta que me duele la cabeza, hasta que me doy cuenta de que no sirve de nada. Entonces hago algo radicalmente diferente, como escribir, en este momento en este blog, al que le he abierto un expedente por inútil, ante la imposibilidad de encontrarle un sentido. Solo sé que debo mantenerlo, pero la razón es todavía desconocida para mí.

Cuando no están los chicos, tengo más claro que la vida es solamente un trámite. Sé que ellos no van a leer este post, y por eso me atrevo a darle un cariz un poco más transparente (y por tanto algo más dramático de lo habitual) a este sitio, que está dejando de tener ese carácter puramente descriptivo. Y es que los chicos son la única razón que da sentido a las cosas que hago. El resto son puros trámites...

Os dejo con una foto bonita.

Buenas noches